“Dichosos los que trabajan por la paz,
porque ellos serán llamados hijos de Dios”.(Mateo, 5:9)
Todos queremos un mundo mejor y
soñamos un futuro donde las gentes puedan vivir en paz. Pero falta mucho para
que ese sueño se cumpla, para que ese futuro se haga presente.
Los medios de comunicación (la
radio, la televisión, Internet, los periódicos) nos asaltan cada día con
noticias que nos ponen la piel de gallina: guerras, hambre, explotación
infantil, atentados terroristas… El mundo parece que no tiene remedio. Las
personas nos empeñamos en sacar todo lo malo que hay en nuestro interior. Y, sin
embargo, no podemos perder la esperanza. Aunque parezca una contradicción,
tenemos que seguir luchando para
conseguir la paz.
Las relaciones entre las personas
están llenas de conflictos: los
amigos tienen conflictos, los hermanos tiene conflictos, los vecinos, los
compañeros, los pueblos, incluso los países tienen conflictos… Pero los
conflictos no son necesariamente malos, pueden ser una oportunidad para el
acuerdo, para el entendimiento, para la empatía, para la concordia. Todo eso si
no recurrimos a la violencia, que es
el principal enemigo de la paz. Porque la violencia nunca soluciona nada, trae
sufrimiento, destrucción y ahonda las heridas. Puede que haya un vencedor y un
vencido, pero los dos habrán perdido la dignidad y la razón por el camino de la
violencia. El conflicto será más hondo y la cicatriz quedará por mucho tiempo.
Otros enemigos de la paz son la intolerancia y la indiferencia. A veces nos proponemos mantenernos alejados de los
conflictos o de quienes no son como nosotros, por eso cerramos los ojos o
construimos un muro que nos separa de ellos. Vallas, muros, barreras, fronteras
son obstáculos para la paz. A veces son reales, están hechas de hierro o de
piedra, pero otras veces están hechas de egoísmo, de consumismo, de odio, de
intolerancia, de injusticia… Contra esos muros podemos luchar cada uno de
nosotros, si abrimos los ojos, si levantamos la voz, si abrimos nuestro corazón.
El amor, la fraternidad, la verdad, la fe, la comprensión, serán las herramientas
para construir la paz y derribar los muros de la injusticia.
Si queremos ser llamados hijos de
Dios, ¡construyamos juntos la paz!
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